Cuando escribimos lo que queremos es coger al lector por el pescuezo, que no abandone la lectura de nuestro libro. Para ello, creamos un mundo ficcional, un universo diegético inventado por nosotros, incluso cuando nuestras novelas son están basadas en hechos reales tenemos que presentarle al lector los datos de forma ordenada. Y a este mundo no le pueden faltar detalles tan importantes como el desencadenante, las pistas verdaderas y falsas, los puntos de giro, los cliffhangers, obstáculos, por supuesto, elementos perturbadores, ¿por qué no?, incluso objetos mágicos o macgguffins que hagan avanzar a nuestros personajes por la trama y dejen al lector sin respiración.